Bases para una Agenda Vasca de asuntos europeos. Un documento de reflexión y debate

El proceso de reflexión sobre el futuro de Europa, ha dado lugar a numerosas y muy relevantes contribuciones, tanto en la Unión Europea (Parlamento Europeo, Conferencia sobre el Futuro de Europa, Comisión Europea, Comité de las Regiones, etc.), el Estado (Panel Nacional Ciudadano en relación con la CoFoE), como en Euskadi (Gobierno Vasco, EuroBasque, etc.).

EuroBasque ha realizado un importante esfuerzo de reflexión y movilización de la sociedad civil para aportar numerosas propuestas y recomendaciones. Ahora se culmina dicho proceso de reflexión ofreciendo un documento que pueda servir de base para la elaboración de una Agenda Vasca sobre asuntos europeos.

La filosofía del documento es impulsar una Europa federal y social, unida, que permita defender nuestros valores e intereses en el mundo. Es decir, contribuir a construir una Europa que funcione, y dentro de esa Unión eficaz defender los intereses de Euskadi.

Por ello es un documento constructivo. Por supuesto habría otros muchos temas que podrían haber sido incluidos en el documento, de ahí el título, que explica que se trata de un documento de reflexión cuyo propósito es abrir un debate sobre la definición de una agenda concreta. Estos son nada más, y nada menos, que algunos temas posibles que han concitado un fuerte consenso dentro de Eurobasque. No obstante, podría ser ampliado o desarrollado en el futuro.

El texto se ha elaborado teniendo en cuenta las prioridades de la Comisión Europea para el periodo 2019-2024, y el Programa de 18 meses del Consejo de la UE, con especial atención a las prioridades de la Presidencia española del Consejo de la UE. También se ha tomado nota del manifiesto “La Unión Europea en tiempos de la nueva Guerra fría”, impulsado por numerosas personalidades europeas. El comienzo de la Presidencia española en julio de 2023, seguida de la presidencia belga, correspondientes a dos de los Estados que poseen regiones con competencias legislativas y nacionalidades establecidas por los ordenamientos constitucionales internos, abre un escenario idóneo para trabajar en el desarrollo de una ambiciosa agenda democrática, federal y regional para la UE.

Este documento tiene el objetivo de aprovechar esta ventana de oportunidad, y de contribuir a definir la agenda europea de los actores políticos y sociales vascos, en la perspectiva de las elecciones europeas de 2024, y de una eventual Convención que abra el proceso de reforma de los Tratados.

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Declaración sobre la situación en Ucrania

EuroBasque, Consejo Vasco del Movimiento Europeo, como asociación que promueve y trabaja por la unidad europea, expresa su conmoción por la agresión del ejército ruso a Ucrania, y quiere manifestar:

  • Nuestro absoluto rechazo de una agresión injustificada y que pone en peligro la paz y la seguridad de toda Europa.
  • Nuestro completo apoyo y solidaridad al pueblo de Ucrania, así como la férrea defensa del derecho de Ucrania a gobernarse a sí misma y decidir libremente su futuro.
  • Instamos al gobierno ruso a que detenga su agresión, y exigimos la inmediata retirada de las tropas rusas en el territorio ucraniano.
  • Apoyamos las decisiones que conduzcan a las autoridades rusas a respetar la legalidad internacional y volver al marco de los Acuerdos de Minsk, e instamos a la Unión Europea, a los Estados miembros y a la sociedad europea, a que ofrezcan al pueblo ucraniano todo el apoyo material y político que sea posible en estos momentos.

 

Euskadi, 25 de febrero de 2022

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EuroBasque – Consejo Vasco del Movimiento Europeo: conmemora el 70 aniversario de su creación formal

Este 1 de febrero de 2021, se cumplen 70 años de la creación del Consejo Vasco del Movimiento Europeo en la sede del Gobierno Vasco en el exilio, en Paris.

En conmemoración de esta efeméride, la Junta Directiva de EuroBasque ha adoptado la «Declaración en recuerdo del 70 aniversario de la creación del Consejo Vasco del Movimiento Europeo»

Asimismo, se adjunta la copia del «Acta fundacional del Consejo de 1 de febrero de 1951»

 

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Aportaciones al debate sobre el futuro de Europa: Hacia una Europa federal y social

Eurobasque (Consejo Vasco del Movimiento Europeo)

Ponente: Igor Filibi López

Resumen ejecutivo

A comienzos de 2017, las instituciones comunitarias abrieron un debate sobre el futuro de Europa en el que invitaron a participar al conjunto de Estados, pueblos, regiones y sociedad civil. El Consejo Vasco del Movimiento Europeo, como respuesta a este requerimiento, inició un proceso de reflexión sobre el futuro de Europa, abierto y participativo, y que debía culminar con la redacción de un documento propio que incluyese aportaciones concretas a este debate.1
El texto que se presenta se ha elaborado sobre la base de una ponencia inicial, enriquecida con aportaciones de la Junta directiva, de diversas personas expertas en integración europea, de los miembros de la Asamblea General de Eurobasque, de jóvenes y de diversas asociaciones de la sociedad civil.
Eurobasque, fruto de esta amplia reflexión, concluye que Europa es más necesaria que nunca y que es preciso reforzar el proceso de integración política europea, si bien el modelo de integración y algunos elementos de su diseño institucional deberían ser revisados, completados y mejorados. En particular, destaca la necesidad de fortalecer su dimensión social, desarrollando y fortaleciendo la solidaridad europea, y su vocación federal, avanzando hacia un modelo político más democrático y eficaz, que necesariamente debe fortalecer la dimensión comunitaria y regional de las decisiones, e incluir en su modelo de gobernanza a las nacionalidades constitucionales y las regiones con competencias legislativas.

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El Congreso de La Haya y el “relato” de Europa, 70 años después

Joxerramon Bengoetxea
(SG EuroBasque, Profesor UPV/EHU, coordinador de ehuGune)

El europeísmo comporta una fe en la integración a futuro. Los vascos y vascas demócratas que, desde el exilio, participaron en mayo de 1948 en el Congreso de La Haya que dio origen al Movimiento Europeo, y fundaron su Consejo Vasco, compartían esa fe europeísta, relacionada con el humanismo, la ilustración, la libertad. Europa era la solución para liberarse del drama de la dictadura franquista que sometía al pueblo vasco. Toda fe se resiente con el análisis racional, pero también impulsa la acción práctica humana para ir más allá de los cálculos racionales y prudentes. Gracias a estos impulsos se persiguen osadas hazañas y gestas, como la integración europea.

Europa futurista

Europa es un proyecto de futuro, construido sobre una visión escueta y esquemática del pasado. La forma de impulsar la integración europea ha reforzado la proyección sobre el futuro, y ha evitado enrocarse en interpretaciones sobre la historia más reciente, colonialismo, genocidio, exterminio, guerras mundiales, guerra fría. Para centrar su visión en el futuro y avivar la fe en la integración, el federalismo europeísta ha recurrido a diversas imágenes, divisas y narrativas, especialmente “los Estados Unidos de Europa”, “la unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa” o la “Federación Europea”. No siempre es fácil deslindar los eslóganes, más propios de una retórica auto-complaciente, de las auténticas narrativas o relatos que legitiman la integración. Los relatos son importantes: narran, explican, legitiman los proyectos colectivos1.

La paz

La primera narrativa poderosa fue la Paz. Europa se concibe como un proyecto de paz, construido sobre las cenizas y los escombros de las guerras. La cooperación continental hecha realidad por la Unión Europea ha consolidado la paz más duradera de la historia del continente, lo que la ha hecho merecedora del premio Nobel de la Paz en 2012. El Congreso de La Haya de 1948 concebía la federación entre pueblos y la unión europea como el antídoto a la dominación por un Estado (la ocupación). Esta narrativa fundacional de la paz sigue siendo válida y vigente hoy, pero el recuerdo de la última “guerra civil europea” se desvanece y las jóvenes generaciones dan la paz por supuesta y consolidada, olvidando que la principal razón de ser de la integración era la paz. Ahora, en mayo de 2018, acabamos de cerrar en Euskadi un episodio negro y violento de nuestra historia.

Subrayemos la dimensión europea del fin de ETA, proceso que comenzó con su alto el fuego definitivo de 2011. Como afirma la Declaración de Arnaga de 4 de mayo de 2018, “es un momento histórico para toda Europa ya que marca el fin del último grupo armado en el continente”. En esta nueva fase post-ETA, la política de la memoria y los relatos dominan la agenda vasca, y es de esperar que no lo hagan a costa de la convivencia. Como bien apunta la citada Declaración, el largo proceso de reconciliación requiere que todas las partes sean honestas sobre el pasado. En cierto modo, la reconciliación en Europa o en España se hizo a costa de la memoria: se miró a un futuro de paz, sin mencionar el incómodo pasado de guerra, dictadura o colonialismo. Este silenciamiento pragmático del pasado se proyectó también, tras la caída del muro de Berlin, sobre la división ideológica y geopolítica europea en un bloque occidental, “libre”, y otro comunista, que caracterizó la guerra fría europea. La adhesión de Europa del Este a la UE se proyectó sobre el futuro, sin reflejar el precario pasado de una “paz” que reposó sobre la co-existencia de sistemas económicos, sociales, políticos y militares. El relato del “fin de la historia” (Fukuyama, 1992) presentó a la Unión Europea como una síntesis perfecta de la libertad occidental: sociedad abierta y economía de mercado.

El mercado

El relato de la paz del Congreso de La Haya bien podía haber llevado a la federación como eje de la integración, pero no fue así: a pesar del léxico de la histórica declaración Schuman de 9 de mayo de 1950 – que veía “el establecimiento de bases comunes de desarrollo económico” como “primera etapa de la Federación europea” – ésta, la federación, sigue siendo una narrativa pendiente. Se impuso la perspectiva inter-gubernamental, y la siguiente tarea, tras la paz, fue la creación de un mercado interior. Este proyecto culmina con el mercado interior de 1992. No minimizamos su significado: un espacio interior donde todos los factores de la economía circulan sin obstáculos es algo casi revolucionario, pues hasta entonces lo máximo que se había soñado era una unión aduanera. Ahora, también los trabajadores podrían desplazarse e instalarse en otros Estados miembros disfrutando de los mismos derechos sociales que los nacionales (no discriminación). La creación de un gran mercado sin aranceles interiores viene a compensar la pérdida de mercados y grandes espacios comerciales que supuso la descolonización. El trato favorable a los productos de las ex-colonias, a sus materias primas, objeto de la Convención de Lomé, aseguraría precisamente esos grandes espacios comerciales sobre los que se construye la riqueza y el bienestar europeos, junto con una política agrícola común que asegura la intervención sobre la producción y los precios – las montañas de cereales y lagos de mantequilla del imaginario euro-escéptico – comiéndose la mitad del presupuesto comunitario.

La ciudadanía

Pero la narrativa del mercado interior o del mercado único propulsada por los Estados miembros y las instituciones comunitarias era fría y poco movilizadora y podía generar desequilibrios y desigualdades. Se atribuye a Jean Monnet la idea de que si tuviera que comenzar de nuevo la integración, empezaría por la cultura (Jacques Delors, L’Europe et la culture, Eurodialog 0/97). El Tratado de Maastricht añadió un doble relato más atractivo y ambicioso: la ciudadanía europea y la política regional (léase, sobre todo, cohesión territorial). Frente a la legitimidad formal de la Unión Europea – las Comunidades Europeas – que reposa sobre la soberanía de los Estados Miembros, los “señores de los Tratados” de los que hablara el Tribunal Constitucional Federal alemán en su sentencia sobre el Tratadoi de Maastricht, emerge un importante discurso que erige a la ciudadanía y a los pueblos – a las regiones – en auténticos sujetos y protagonistas de la integración. La promesa es difícil de materializar pues los gobiernos de los Estados no ceden esa dimensión intergubernamental en ámbitos centrales de su soberanía nacional. Consideramos que la creación de un nuevo instituto como la ciudadanía de la Unión o de un nuevo órgano político como el Comité de las Regiones, con toda su importancia, son operaciones de tipo más cosmético que terapéutico. La política regional tendió a subrayar más la convergencia a través de los fondos estructurales que la subsidiaridad, y la ciudadanía europea se topaba con las líneas rojas de las arcas públicas – la suficiencia económica de los ciudadanos de la Unión para no suponer una carga a los sistemas de asistencia social del Estado de destino.

El euro y la austeridad

La gran ampliación de la década del 2000 hacia la Europa del Este tras la caída del muro de Berlín reverberó la tesis del fin de la Historia: la paz consolidada, el mercado interior más grande del mundo, el triunfo del modelo liberal, la cohesión territorial para eliminar las desigualdades y facilitar la convergencia, el status de ciudadanía europea para poblaciones que hasta hacía poco eran súbditas de regímenes dictatoriales. De aquí se podría haber lanzado la unión política y la agenda federal pues el clima y la coyuntura eran propicios y la Convención para el futuro de Europa, lanzada en Laeken en 2001 y que engendró la fallida “constitución europea”, pudo ser una oportunidad. Pero el proceso de globalización, el impacto de la revolución digital y la ideología neoliberal impulsaron la vertiginosa liberalización de los capitales a escala global, de la mano de la OMC, del FMI o del BM.

Todo este proceso se estaba envolviendo en una nueva narrativa de la integración europea: la unión económica y monetaria, el euro. La palabra clave volvió a ser la “convergencia”, reducción de la deuda y el déficit públicos con el objetivo prioritario de imponer disciplina fiscal, equilibrios

presupuestarios y combatir la inflación. Durante unos años pareció que los criterios de estabilidad se interpretarían de modo suave y flexible. Pero a finales de 2007 estalló la crisis global de los subprime en EEUU, y resultó que la liberalización de los mercados globales de capitales revelaba la falta absoluta de control y de transparencia del sistema financiero internacional. Cuando sus efectos llegaron a Europa, se pudo evidenciar la fragilidad de la Unión Económica y Monetaria. Esta narrativa de la liberalización a ultranza ha llevado a una de las imágenes más crudas de la integración, los rescates a Estados enteros o a sus sistemas bancarios, y las subsiguientes políticas de austeridad. Ello originó una especie de anti-narrativa.

La crisis del sistema financiero se ha extendido al sistema económico en general y la austeridad concomitante, combinada con otros factores geopolíticos como la primavera árabe, la guerra de Siria, la situación en Oriente Medio y en África central, ha generado una auténtica crisis sistémica: económica, social, política y cultural. Las olas de protesta social primero (15-M, occupy movement) y las olas de personas que desde 2015 demandan asilo masivamente en Europa son consecuencia de la austeridad y de esas guerras, hambrunas, desertificaciones provocadas por el cambio climático, persecuciones provocadas por actores violentos, nuevos fenómenos de terrorismo, etcétera. El populismo que empieza a cuajar en Europa y se traduce en Eurofobia, o las propuestas de salida de la UE, el Brexit, son consecuencias directas de estas crisis, y a su vez las acentúan.

Nuevos relatos para Europa

Ante esta crisis sistémica donde aumentan las desigualdades económicas y la exclusión social, la promesa de la estrategia de Lisboa de convertir a la Unión en «la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de un crecimiento económico duradero acompañado por una mejora cuantitativa y cualitativa del empleo y una mayor cohesión social» parece una broma. Estas imágenes futuristas difícilmente refuerzan la legitimidad política del proceso cuando falla el output (los resultados, Scharpf: 1999). La forma de compensar este déficit es a través de los inputs (la participación ciudadana en la construcción europea) pero el déficit democrático y federal de la UE, hacen muy difícil esta compensación. Se recurre entonces a relatos legitimadores para dar sentido a todo el proceso y reforzar la doble legitimidad basada en resultados y democracia participativa. En esta crisis sistémica necesitamos nuevos relatos junto a los anteriores:

  • la Europa Social y de los Derechos Humanos
  • la Europa ecológicamente sostenible y responsable (con una dimensión planetaria) y
  • la Europa de la diversidad de culturas y lenguas (recuperar la idea de la federación entre pueblos)

Todo un programa para la agenda europeísta que defiende EuroBasque.

 

1 Esto es precisamente lo que EuroBasque pretende analizar desde 2017. “Nuevas Narrativas para Europa” es el libro que presentamos en esta ocasión (Dykinson, Madrid, 2018)

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